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Más allá de los colores

Updated: Jun 28, 2021

Tarde de sol, campito y futbol; dos tachos de

pintura herrumbrada hacían de arco y un puñado

de pibes arremolinándose en procura del balón.

Juancito era el dueño de la única pelota de cuero en

varias cuadras a la redonda, el Partido terminaba

cuando su mamá lo llamaba – Juanchi vamos que es

tarde- y nosotros suplicando -dele doña déjelo un

ratito más- con suerte jugábamos el descuento ya

entrada la tarde.

Al final Juancito se iba dejándonos con las ganas de

seguir pateando no había más remedio que caminar

hasta el kiosco del Gallego, para rematar el día con

algo refrescante, todos aportábamos con lo que

teníamos, el Gallego contaba desconfiado las

moneditas de lo pibes que apenas alcanzaba para la

gaseosa.

La botella pasaba de mano en mano de boca en

boca haciendo la ronda sin privilegios había un

cierto código y respeto; sentados en la vereda

charlábamos hasta que las primeras sombras nos

anunciaban el momento de enfilar cada uno para su

casa.

Hoy se cruzan en mi recuerdo aquellos momentos

donde cada uno exponía su saber con pasión digna

del fanático de la tribuna -vos que sabés- gritaba

uno -callate vos no sabés nada- replicaba el otro y

así hasta el cansancio, claro y todo esto

acompañado con exultantes ademanes propios del

neorealismo italiano.

En el campo de juego Dani sobresalía por sobre

todos nosotros, él era un fenómeno natural, cuando

recibía la pelota dejaba un tendal en su camino y

pateaba como un caballo, el arquero contrario

refunfuñaba si el balón pasaba razando el

imaginario travesaño, pues tenía que ir a buscar la

pelota muy lejos, nos reímos mucho el malo va al

arco y va a buscar la de cuero.

Para mí Dani era un poco raro, en el barrio casi

todos eran de Boca o River los equipos más

populares de Argentina, Dani no era de ninguno a

pesar de que conocíamos su inclinación por

Independiente el cuadro de su padre, Dani era de

cualquiera que estuviese al tope de la tabla de

posiciones y así el gritaba por Estudiantes, Velez,

hasta por Saca-chispas si se cuadraba, se

comentaba que era un vendido.

Pasaron los campeonatos y en un año en que

Rosario Central punteaba en la tabla, Dani cuando

tomaba pelota se autonombraba como los

jugadores de ese equipo, toda la tarde así hasta que

me cansé de escucharlo y le grito -callate vendido-

El me ignoró y siguió jugando como si nada.

El Partido transcurrió sin sobresaltos, Juancito

obedeciendo a su madre se llevó la redonda y ya en

el kiosco del Gallego, botella en mano Dani me

pregunta -Por que me decís vendido?- no había

enojo en su tono -vos sos de Independiente- le digo

-Sí y qué- replica – un día sos de Central otro de

Gimnasia eso es de vendidos- le contesto, los pibes

asintiendo mi respuesta con la cabeza, Dani se

levanta pasa la gaseosa y hablando para todos casi

enojado – ustedes son de Boca o River, Boca! Boca!

River! River! y de ahí no salen, yo soy hincha del que

mejor juega, no me importa el color de las

camisetas, “yo soy hincha del futbol”- la respuesta

de todos no se hizo esperar -Ha… que vivo- -eso no

vale- -así es ser vendido-.

Dani se fue en silencio.


Y pasaron los años, la vida nos llevó por caminos

diferentes, aquel grupo de pibes quedó en la

memoria, como un grato recuerdo, tantas cosas he

olvidado sin querer y otras queriendo he visto pasar

tantos Boca-River sucediéndose sin pausa y sin

límites, paredes pintadas de un color u otro, hoy

pienso cuanta razón tenía aquel jovencito,

obnuvilados por el color de nuestra pasión nos

perdemos de jugar el gran Partido, o por lo menos

ser participes de algo que esta más allá de los

colores.

Quizás ese era el secreto de aquel crack.


-Jorge Visconti.

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