(...) Cuerpo incomprensible, cuerpo penetrable y opaco, cuerpo abierto y cerrado: cuerpo utópico. Cuerpo absolutamente visible, en un sentido: (…) sé lo que es ser espiado por detrás, vigilado por encima del hombro, sorprendido cuando menos me lo espero, sé lo que es estar desnudo; sin embargo, ese mismo cuerpo que es tan visible, es retirado, es captado por una suerte de invisibilidad de la que jamás puedo separarlo (...)
Michael Foucault
Conferencia “El cuerpo utópico”(1966).
Hoy en día casi toda nuestra atención se encuentra focalizada en diversos dispositivos electrónicos que nos conectan con plataformas, redes sociales y páginas en las que “navegamos” como en océanos profundos. Desde allí, como un barco que se dejó llevar por el oleaje, nuestro horizonte de sentidos se traslada a un tiempo continuo y totalizante frente a un solo objeto que, sin pestañear y sin pausa, nos desembarca en la orilla del “solo lugar”: enfocados en la pantalla.
No importa cual sea nuestro ambiente alrededor el cual, si tenemos suerte, se compone de artículos y muebles de cocina, camas o sillones. Porque ahora toda nuestra atención queda capturada por varios dispositivos tecnológicos a la vez que emiten radiación, generando un salto continuo entre uno y otro sin poder detenernos. Así nuestros sentidos quedan en alerta tratando de responder en simultáneo.
Esto nos enfrenta a situaciones cotidianas que ocupan mucho tiempo de nuestra existencia, exponiéndonos a escenarios de hiperconexión. Es así como surge la pregunta que hoy nos convoca: ¿en qué lugar queda el cuerpo, la imagen, nuestra presencia y la del otro en la comunicación?
En un primer esbozo, podríamos argumentar que nuestros cuerpos, al conectarnos, quedan estáticos frente a una imagen, posicionándose en primer lugar el sentido de la visión. Ésta, como un vidrio transparente, intenta mostrarnos lo que hay del otro lado, haciéndonos suponer que sería el único canal -real- de entrada y salida de datos, información, estímulos pero dejando por fuera toda la estructura de nuestros cuerpos casi de forma olvidada y corrida de escena. Parece que estamos “presentes con un cuerpo ausente”.
A través de la pantalla, los cuerpos -nuestros, pero escindidos de nuestra esencia-quedan sin la gravedad que pone evidencia un peso que sostiene y soporta nuestro ser. Por lo contrario, cuando nos encontramos con la "presencialidad" damos cuenta de un cuerpo con el que podemos jugar con su peso, pinchar, estrujar o sudar. Lo presente nos posibilita aproximarnos o alejarnos, construyendo así lazos y el devenir de una corporeidad que supera la imagen.
Al mismo tiempo, para muchos la conectividad en este contexto pandémico es fundamental para estudiar, trabajar, e incluso para fortalecer los lazos familiares: ¿cuántos abuelos durante este tiempo han aprendido a utilizar estos dispositivos “modernos” para ellos? ¿cuántos de ellos han podido conectar con sus nietos que extrañan? Sin embargo, sabemos que existe otra cara de la moneda en este sistema. Las exigencias del teletrabajo, la disponibilidad temporal y la carga horaria producen cansancios regidos por el extremo rendimiento. Nos encontramos, pues, frente a una sociedad que desde todos los frentes intenta construir sujetos sin tiempo y no paren por nada en pos de la producción. De esta forma los cuerpos, quedan expuestos y rendidos frente a una cortina de píxeles.
Así mismo, no podemos dejar de lado aquellas actividades que conllevan movimiento, sensibilidad, presencia de lo energético de un cuerpo, sobre todo en actividades y profesiones artísticas, como el baile, la danza, el aprendizajes de instrumentos o la expresión corporal, por nombrar algunas.
Estas actividades que se encuentran interrumpidas, o sostenidas de todas formas, son las que más nos manifiestan la importancia de estos cuerpos “en presencia” con el que se trabaja y concibe al otro, cuerpos indispensables e irremplazables.
Por lo tanto, lo que una pantalla nos devuelve es una imagen virtual, un contorno y un reflejo compuesto de luz. En ocasiones, mostrando una sola parte del cuerpo o un confuso efecto de rostros sin cuerpo; rostros sin perspectiva y sin profundidad en el espacio de la pantalla, donde las direcciones proyectadas -y deseadas- se vuelven inversas: nuestra izquierda es la derecha del otro y la intención de colocarnos espacialmente al lado del otro queda imposibilitada en este mundo 2D. De esta forma, el “al lado” o el “juntos” queda excluido en una sola cuadrícula de la pantalla.
Frente a esta realidad virtual que transitamos, la propuesta hoy es a no quedar inmersos en ella porque desde allí sólo suscitan y cuerpos a-históricos. Los cuerpos, como los sujetos son efecto de lo social, lo cultural y del tiempo que nos habita y habitamos.
El cuerpo es una construcción con el otro, pero ¿qué cuerpo nos presenta esta época? ¿Qué tipo de materialidad posee? ¿Acaso es la inmediatez? Pues pareciera que en el “aquí y ahora” iniciando en el encendido de una computadora y una pantalla, los sujetos tienen la posibilidad de jugar diferentes cartas. Algunas de estas, teniendo la mayor jerarquía, permitirían a los sujetos “mutearse”,“ser muteados” o “silenciados por el otro”. Este vaivén produce una condensación de poder habilitando la aniquilación o desaparición de la existencia del otro en tanto voz.
La voz que emiten los cuerpos, al dirigirse al otro, acaricia, toca, vibra y se hace eco, de un cuerpo a otro pero esta posibilidad queda anulada cuando nuestra voz solo es transportada por un cable, que conecta un dispositivo con otro.
En otro vértice de este escenario virtual, nos encontramos con sujetos individuales, casi poseídos por el ensimismamiento, que utilizan la pantalla como recreación o ensoñación, en búsqueda de noticias a través de redes sociales; pero también sujetos que asisten al encuentro de historias familiares, conocimientos y recreaciones que reinventan otro mundo. La sensaciones que esos momentos de detención abrazan, están vinculadas a una situación íntima, con sigo mismo, es decir, una experiencia casi alucinatoria de que allí no habría un otro más que él.
Si partimos de que las imágenes“son el puente, enlace entre las percepciones, entre el mundo interno y la realidad que nos rodea” es posible reflexionar que éstas imágenes hablan de los propios sujetos, por el solo hecho de elegirlas y detenernos en ellas.
Es por eso que si hablamos de un sujeto con un cuerpo histórico, hecho de palabras y símbolos hablamos de identidades en construcción hasta el último día de existencia de estos cuerpos. Pues los cuerpos, nuestros cuerpos, están hechos de ideas, acontecimientos, sucesos políticos y son portadores de marcas que también trasladan caricias, aromas propios y de otros. No hay manera de producir identidad sin el otro.
Hasta aquí, el otro, mi semejante con el cual construyo mi vida, mi existencia y comparto abrazos, almuerzos, deportes, confidencias y amistades, se convierte en este contexto de pandemia como un posible portador de un virus, que contagia y nos enferma. En consecuencia, la mirada ante ese “otro” intímo, lleva a distanciarnos por sentirlo amenazante para nuestras vidas y nos conecta con ideas de muerte o aniquilación de lo humano. ¿Cómo abrazar al otro? ¿Cómo cuidarlo y cuidarnos? ¿Cómo son los procesos de identificación al otro en una comunidad en estado de aislamiento?
El tiempo de aislamiento que presenta una pandemia impacta en nuestros cuerpos dejando marcas de esta época: desde la radiación de la pantalla que deja manchas en la piel hasta la modificación de la postura corporal que se adaptan a la forma de los dispositivos. Pero también deja marcas de resistencia y cooperación entre comunidades alejadas geográficamente dado que la red puede funcionar como un aglutinante para que los sujetos puedan organizarse.
Retomando el concepto de “pantalla”, dícese de algo que sirve de protección, separación, barrera o abrigo . Siendo en su origen la combinación de “pampol” y “ventalla”, entendida ésta última como paronimo de ventana derivada del latin: abertura en los muros para dejar pasar luz y vientos.
Suspendidos en los umbrales de preguntarnos cuáles son los vientos y la luz que esta época nos propone, nos animamos a otras formas posibles de estar siendo en el mundo.
Erika Diaz Zahn- Estudiante de Ciencias Antropológicas en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA- Argentina. Se desempeña como docente de escuela secundaria y forma parte de Antropolúdica, equipo interdisciplinario que aborda la comunicación científica en diálogo con lenguajes artísticos. Es integrante del Colectivo Pukllay.
Susana Botana -Psicoanalista- Lic. en Psicología, Graduada en la Facultad de Psicología, UBA- Argentina.
Especialista en el Área Clínica de Adultos y Adolescentes.
Miembro y participante de la Red de Atención Psicoanalítica “La- Naranja- No- Toda”
Estudiante de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA - Argentina